La Fábrica de Avispas: Violencias de género.

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Yolanda Espiñeira no ha querido faltar al homenaje a Iain Banks, y acude reseñando La Fábrica de Avispas, su primera novela publicada y esa que no habéis leído porque creéis que no es de ciencia ficción. Hasta en eso os equivocáis.

La recepción inmediata de la obra publicada en 1984, no pudo ser peor. Tachada de “trabajo de depravación sin precedentes” por el Irish Times, se ha convertido desde entonces en obra de culto al tiempo que lectura obligatoria en las escuelas (superiores, imagino). Treinta y cuatro años después puede decirse que es un clásico de la literatura inglesa, y hasta , en 2008, se estrenó una ópera basada en La fábrica de avispas.

Cuando empezó a escribir La fábrica de avispas, Iain M. Banks acumulaba rechazo tras rechazo de editoriales de ciencia ficción. Había querido ser escritor desde pequeño y desde los 14 años escribía en este género, pero los editores no reconocían su maestría. Así que pensó que quizás debería dedicar sus esfuerzos a la novela realista contemporánea. Hasta ese momento se empeñó en no seguir el consejo de escribir “sobre lo que conoces”, pero no le salió bien, así que La fábrica de avispas fue una especie de capitulación en la que reutilizó una serie de materiales autobiográficos, como relata para The Guardian . Su infancia había transcurrido en Escocia, y escogió unas cuantas aficiones que había tenido de niño, como volar cometas o fabricar bombas, o hacer presas y les dio un giro nada inocente para crear al personaje que es Frank Cauldhame.Sin embargo, el tratamiento que da a los elementos narrativos de La fábrica de avispas, no dista mucho de la ciencia ficción: la isla en la que vive Frank con su padre es como un planeta lejano y Frank como un extraterrestre. También podemos encontrar temas queridos de la ciencia ficción social de los setenta como el feminismo, el antimilitarismo o, la construcción social de la identidad.

Uno de los temas más controvertidos sobre esta novela es el género al que pertenece. Sabemos que esta clasificación depende de varios elementos, entre los que no es menos importante el enfoque que le quiera dar la editorial. El blurb con el que apareció por primera vez en lengua inglesa es el siguiente: “Two years after I killed Blyth I murdered my young brother Paul, for quite different and more fundamental reasons than I’d disposed of Blyth, and then a year after that I did for my young cousin Esmerelda, more or less on a whim. That’s my score to date. Three. I haven’t killed anybody for years, and don’t intend to ever again. It was just a stage I was going through”. Sin duda es impactante, y en él aparecen algunos elementos que ayudarán a defender su asignación al género de terror: los asesinatos de niños, y, sobre todo, el tono de cotidiano con el que se cuentan (That’s my score to date).

El asesinato nunca pasa de moda.

El asesinato nunca pasa de moda.

Y es que Frank Cauldhame es un asesino en serie, y también es un chico de dieciséis años que fue criado por un padre al que su mujer abandonó y con un hermano que se revelará desequilibrado y que tortura animales y niños hasta que lo encierran. La estructura de la obra simula una conversación en que una voz única, la de Frank, nos va contando los días que transcurren desde que su hermano se escapa del manicomio en el que estaba encerrado hasta que llega a la isla. En este sentido, La fábrica de avispas ha sido también categorizada como thriller, ya que la cada vez más cercana presencia de su perturbado hermano Eric hace pensar en un desenlace catastrófico.

Pero la estructura encierra, más que una novela de acción desenfrenada un misterio, el lector se ve atrapado en medio de un montón de incógnitas, por qué Frank mató a los niños, por qué su padre mantiene una puerta cerrada, por qué nunca lo inscribió en el registro civil, por qué su hermano quema perros… y se ve forzado a seguir leyendo la historia de Frank, que se revela como una persona separada de la racionalidad imperante, que justifica sus crímenes sin darles la menor importancia:“I killed little Esmerelda because I felt I owed it to myself and to the world in general. I had, after all, accounted for two male children and thus done womankind something of a statistical favour.”

Una de las cosas que aprende Frank en el gran libro de la naturaleza dispuesto ante él, es que la ésta es cruel. Los animales son crueles unos con otros, y Frank, alejado de la civilización por un padre hippie y excéntrico (si es que esto no son sinónimos), aprende a serlo. Despojado de una educación reglada, y dejado de la mano de dios en una isla, tiene que inventarse su propia religión, en la que cobran un papel fundamental los animales muertos, y, sobre todo, el oráculo construido por él mismo, que es la fábrica de avispas. En ella, Frank recibe mensajes sobre el futuro a partir del tipo de muerte que escoge la avispa dentro del artilugio que ha construido.

Repitan conmigo: las mujeres no asesinan en serie.

Repitan conmigo: las mujeres no asesinan en serie.

Y al final el misterio se resuelve, de forma harto sorprendente para el lector. Aquí me gustaría pensar que todos ustedes han leído la novela, pero si no es así, les ruego lo hagan antes de seguir leyendo.

Todas las incógnitas quedan desveladas cuando nos enteramos que lo que guardaba el padre en su despacho cerrado a cal y canto eran hormonas masculinas que llevaba administrando a su hija Frances desde pequeña. Toda la mitología familiar sobre el accidente castrador que había sufrido por culpa del perro Saúl, descubrimos que es mentira, y que el padre, como un científico loco de libro, había estado experimentando con el cuerpo y la educación de su hija. Es entonces cuando adquieren sentido para nosotros una gran cantidad de pensamientos misóginos que Frank (Frances) ha ido soltando a lo largo de la obra, mientras estábamos preocupados por otros asuntos. Estos pensamientos son muestra de la educación que su padre le había dado (recordemos que no iba a la escuela y se educaba en casa): “My greatest enemies are Women and the Sea. These things I hate. Women because they are weak and stupid and live in the shadow of men and are nothing compared to them, and the Sea because it has always frustrated me, destroying what I have built, washing away what I have left, wiping clean the marks I have made.” Y es en este momento, cuando el lector tiene una experiencia nueva del horror, esta vez cometido contra el perpetrador de los crímenes que antes nos horrorizaron. Frank/Frances no sólo ha sido educado con la convicción de que es un hombre emasculado, sino que al final descubrimos que esta historia, que era uno de sus principales traumas, y se apuntaba como explicación racional para sus crímenes: (“I believe that I decided if I could never become a man, I – the unmanned – would out-man those around me, and so I became the killer…Perhaps I murdered for revenge in each case…through the only potency at my command”), no era cierta, sino una mentira de su padre. Angus, cual moderno doctor Frankestein trata de vencer los límites de la naturaleza y crea así el monstruo por el que, al final, no podemos dejar de sentir cierta simpatía, ya que es víctima a la vez que verdugo.

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